Sentirse bien con uno mismo II - El camino

Después de un inicio poco afortunado, continúo con esta serie de entradas sobre sentirse bien con uno mismo. Descubrí que al final sí podía estar peor (la ley de Murphy hizo de las suyas, gracias), porque me faltaba un paso previo, es decir, saber la definición de lo que es uno o, al menos, una parte sustancial: hacia dónde va y con qué objetivo. Si hubiera sabido, mejor ni empezaba ninguna serie. Pero el daño está hecho. Así que, manos a la obra.
Creo que la primera vez que tuve que poner en palabras mi meta de vida fue también la primera que tuve un formato de solicitud de empleo frente a mis ojos.

Esta imagen la tomé de Google y la persona que había
llenado el formato no escribió nada aquí, sabiamente.

Es una pregunta a quemarropa para la que no te preparan. Obviamente, esta primera vez pensé en el reclutador más que en mis sueños sinceros al momento de escribir, con mi mejor letra de molde, "Construir un hogar". Luego entregué la hoja y me desentendí del problema. Pero la semilla había quedado sembrada.
Años después, me preguntaba: ¿en qué estaba pensando con "hogar" a los 17 años? ¿Por qué entonces me parecía una meta razonable? Y es que siempre he dicho que es una insensatez dejarle escoger a un chico de 17 años el destino de un hombre de 27. Deberían de sancionar a los aplicadores de exámenes de aptitudes o a los consejeros vocacionales por creer en que un manojo de hormonas e inseguridades puede trazar el destino de toda una vida
Sin embargo, al final no puede andar uno por ahí culpando a otros de lo que le pasa (bueno, sí puede, pero es cero cool). Y entonces uno debe tomar riendas en el asunto. Nuevamente, comencé mis búsqueda de información. 

La tendencia actualizante
Una teoría me parece buena en la medida en que es útil o resuelve problemas. En Carl Rogers encontré un concepto que me parece muy adecuado para usarlo como punto de partida: la tendencia actualizante, que él define como un impulso natural hacia el perfeccionamiento que conduce al desarrollo de habilidades de conservación y el mejoramiento del ser (ya sé que suena a fantasía, pero aguanten las carnes). Me parece útil en tanto que explica la motivación de los seres humanos para adquirir habilidades y aprender (trazarse un buen camino, en pocas palabras) y le quita la responsabilidad absoluta que parece tener la razón pura para elegir nuestro destino: hay algo dentro de nosotros que nos mueve sin que nos enteremos y, lo mejor, nos mueve hacia lo positivo (sí, ya sé, yo tampoco sé qué sea "lo positivo", pero se oye padre, ¿no?). Pero ¡cuidado! No sugiere esto tampoco un tipo de abandono o el clásico y terrible "todo está en uno mismo". Rogers también propone que esta tendencia puede ser, como la misma genética, favorecida o amainada por el medio. Lo que quiero explicar con todo esto es que uno no puede andar por ahí repartiendo culpas, pero tampoco puede cargar con el peso de su circunstancia sobre los hombros como si fuera el único culpable. Uno puede querer construir un hogar, pero estar en un entorno que no le haya permitido, como en mi caso, ni definir los pasos específicos que requería esa meta para realizarse (y lo peor, ni querer eso en el fondo de su corazón, pero aún así afirmarlo). 
Y éste es el punto principal al que quería llegar: lo que pasa es que no nos han enseñado a plantearnos las preguntas adecuadas para desmenuzar nuestros problemas o construir nuestros ideales. Creemos todavía que es válido llegar con alguien y preguntarle qué meta de vida tiene, como si ésta no fuera una construcción compleja y diacrónica. Así mismo con el camino: hay que partirlo en tramos. Y puede ser que sean tramos cortos y seguros, puede ser que sean largos y ambiciosos; en cualquiera de los dos casos, creo que nunca se cumplirán tal como los hemos planeado, porque sincronizar los tiempos de nuestra imaginación con los de nuestra vida sólo ocurre en las películas: nos moriremos o se abrirán nuevas puertas antes o después de haber caminado el último paso, se los aseguro.

[Minutos después]
He escrito en mi libretita leonardesca (que puede apreciarse en la imagen) seis preguntas más sencillas, descompuestas en temporalidad y ambición, que no pretenden ser doctrina, pero que me hizo bien escribirlas:
• ¿Qué me gustaría aprender este año y para qué?
• ¿Me gustaría cambiar el entorno en el que vivo? ¿De qué modo?
• ¿Cómo puedo mejorar mi trabajo?
• ¿Hay algún aspecto de mi personalidad que me incomode y que pueda corregir?
• ¿Qué buen ejemplo tengo disponible y cómo puedo sacarle provecho?
• ¿Qué me gustaría poder recordar el 31 de diciembre del 2014?

Libretita leonardesca (ya sé, mueran de envidia).

Y ya sé que toda esta verborrea se pudo haber resumido en "el que mucho abarca, poco aprieta", pero ¿a poco no escribo re-bonito?
Lo que queda entonces es aprender a pensar menos (o menos complicado) y hacer más.

Tarea para mañana:
Pensar menos y actuar más.

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