Música incidental

Me gusta escribir mientras escucho música incidental, porque la cierta tensión narrativa que imprime, entreabre un camino que alivia el terror a la hoja en blanco, al mismo tiempo que plantea el riesgo de correr hacia un abismo.
Es como estar en el bosque, perdido, pero notar una reminiscencia del humo que viene de una cabaña donde alguien prepara la sopa caliente que nos aliviará la hipotermia, o afila la espada con la que derramará nuestra sangre.
Es como andar sobre las huellas que alguien dejó en las dunas del desierto, pero sin soltar la brújula por si aquél también está perdido, o hasta es uno mismo dando vueltas en círculos.
Es como San Pedro, dejando que su mano, poseída por el arcángel, trazara runas ilegibles para su mente iletrada hasta cifrar algo con significado.
Es como ser un pez que sigue en el océano una mota inquieta, que no sabe si es alimento o anzuelo.
Es como el orden geométrico de las células que hacen mitosis para formar, como un aplicado ejército, a un ser cuya identidad será velada cuando la matrona lo ayude a transcurrir del acuoso y tibio mundo donde se forma, al estridente y frío mundo que lo recibirá.

Es como no saber si eres Chuang-Tzu o la mariposa que lo sueña.

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